
Me sentí muy afortunada cuando por Octubre de 2014 se celebró en Gijón La Gran Manzana, una carrera de hermanamiento con la maratón de Nueva York, premiada y galardonada ese año a los Premios Príncipe de Asturias de los Deportes. Con ese motivo se realizó un sorteo de dorsales para la participación en la famosa prueba del año siguiente. No me podía creer que había sido una de las premiadas en el sorteo!
Por mi mente ya rondaba la idea de correr una maratón en mi vida, pero ni tan pronto ni mucho menos la maratón de Nueva York. Tras recibir muchas felicitaciones y muchísimos apoyos tuve un año por delante para preparar el gran reto. Correr los 42.196 km
Los meses pasaron muy deprisa, y cuando me quise dar cuenta el verano había llegado y era hora de entrenar duro. Tres meses de preparación específica para intentar realizar con éxito la maratón.
Con un objetivo de 4h y 4 días por semana de entrenos, cuando todo el mundo estaba en la playa o de vacaciones yo tenía que entrenar, pero nunca me faltó ni los apoyos, ni los ánimos ni las ganas e ilusión que todo conllevaba.
Un mes antes de la gran prueba estaba luchando contra una periostitis que me dejaba algo más de dos semanas parada. Pero el trabajo duro ya estaba hecho, eso me decían todos los que durante todo el año estuvieron apoyándome incesantemente. Aunque yo no lo creía y estaba algo preocupada todo pasó y dos semanas antes de partir pude completar mi entrenamiento.
Después de una calurosa y muy afectiva despedida, con fiesta sorpresa incluida, muy a la asturiana donde no faltó la sidrina, había llegado la hora de partir rumbo a la Gran Manzana. Iba con las pilas cargadas sobre todo moralmente y muy bien acompañada por mi hermana, mi cuñado y mi padre que ya desde el primer momento no dudaron de ir a apoyarme.
Cuando llegas a Nueva York los días previos ya se palpa el ambiente de la Maratón. Corredores que van llegando de todas las partes del mundo llenan los hoteles y las calles de Manhattan. Aprovechas para hacer turismo y también para rodar unos últimos minutos antes del gran día. La ciudad entera está volcada con el evento. Todo preparado el día previo en la habitación del hotel para que no se olvide nada, pronto para la cama a descansar y por fin llega el gran día.
Después de un madrugón a las 4 y media de la mañana para coger un autobús a las 6 de la mañana la ciudad se pone en pie. Miles de corredores nos dirigimos medio dormidos pero con mucha emoción o bien hacia la Library para coger un bus o bien hacia los ferris. Todos con el mismo destino. Staten Island. De donde partiremos nuestra aventura pasando por los 5 distritos de New York.
Cuando llegamos al punto de salida todo es a lo grande. Una base militar convertida por un día en un gigantesco campamento. Son 3 horas al menos las que se pasan ahí esperando pero no falta de nada. Baños, carpas para refugiarse del frio, contenedores para depositar la ropa que sobra, y más carpas con comida, fruta, cafes y bebidas para coger energia. Afortunadamente no estaba sola, iba acompañada por 4 compañeros más agraciados también con el dorsal.
Un poco de descanso, conversación, algo de comida para reponer y bebida para hidratarse y cuando me di cuenta ya nos tocaba salir. Como hay tanta gente se sale por oleadas cada 25 minutos. Un total de 4. Y por tres carriles diferentes hasta la milla 8, para no embotellar todo. En cada salida se escucha el himno nacional y el famoso New York de Sinatra. Cuando me toca el turno le deseo suerte a mis compañeros y tras un pistoletazo de salida también a lo americano, con cañón en lugar de pistola, salimos a las 10:19.
La salida es lenta, en mi caso sin vistas por debajo del puente, y lo aprovechas para ir esquivando gente poco a poco para poder cogercuanto antes el ritmo de carrera. Y una vez pasas el ya tan famoso puente de Verrazano todo es una fiesta. Multitud de gente animando, aplaudiendo, niños que quieren chocarte las cinco, te corean tu nombre Go Karol! (es lo que pasa cuando llevas tu nombre en la camiseta), bandas de música, muchos voluntarios y avituallamientos impecables y bien organizados.
Es tanto lo que observas y sientes que los kilómetros se pasan muy deprisa y ni siquiera te das cuenta del reloj.
Al mismo tiempo que vas disfrutando te vas acuerdas del camino recorrido hasta llegar ahí y de toda esa gente que ha estado contigo dando muchos ánimos. Recorres Brooklyn y luego Queens. Uno de los momentos más esperados llega cuando entras en Manhattan por la 1st Avenue. Sabes que por ahí cerca estará tu familia o amigos esperando y deseando verte. Te colocas por la orilla planeada para que sea más fácil el encuentro pero a pesar de todo es a veces difícil porque no sabes si han podido coger sitio y donde exactamente.
Me paso de largo cuando oigo Carol! Estamos aquí! Me había pasado de largo, jeje, reculé y les di un abrazo. Eso te da una fuerza increíble para seguir después de haber recorrido ya más de 25km!
La primera avenida es muy larga y parece no terminar, unas 77 calles hasta el Bronx. Llegando al Bronx otro puente… que siempre tienen inclinación! Quizás esos kilómetros se hacen más duros pero apenas son 2km por ese distrito. Y de nuevo vuelta a Manhattan, el cansancio empieza a notarse pero el público sigue animando con mucha fuerza. Y por fin después de recorrer parte de la Quinta Avenida entras en Central Park. El ambiente cambia por completo, árboles vestidos de Otoño que me hacen sentir como en casa ya que habitualmente entreno en un parque, y ya aunque aún hay 7 km para terminar te parece que está hecho.
Saliendo del parque entre la Quinta Avenida y Columbus de nuevo se agolpan las familias para darte el último empujón. Es el último kilómetro antes de cruzar la meta y vas despacio intentando verles y disfrutando al máximo de aquello deseando incluso que no termine. Cruzas la meta con un levantamiento de brazos y una sonrisa enorme.
Paro mi reloj en 4:01:20. Objetivo cumplido!
Y por fin te colocan la tan ansiada medalla al cuello. Mientras vas caminando, a pesar de que en ese momento te duelen las piernas de abajo a arriba, te felicitan, te abrigan, te hacen la foto Finisher y te dan el avituallamiento. Caminas y caminas… la longitud de unas 17 calles hasta poder salir. Cuando por fin sales del parque hay que desandar lo andado y ya por fuera vas en busca de la familia. Ahí te colocan el poncho azul. Recordáis esa foto de los corredores con poncho azul vagando por la calle como zombis. Es así de real. Luego encuentro con la familia y todo son felicitaciones y mimos. Y una vez te das un merecido baño en el hotel sales a celebrarlo!
Me gustaría terminar esta entrada dando las gracias en primer lugar a Antonio Buelta por dejarme compartir esta experiencia única con todos vosotros, por los ánimos y apoyo que siempre me ha dado y por su tesón y lucha por hacer que su pasión por el deporte forme parte de profesión. Por supuesto no quiero dejarme a nadie así que sólo diré que no tengo palabras suficientes para agradecer a todos los que durante este año me habéis apoyado incondicionalmente, bien sea con ánimos, con consejos, acompañándome en mis entrenos pero sobre todo siempre con mucha ilusión y mucho cariño. Me habéis dado mucho a cambio de nada. Gracias compis Yes We Run, Chanwas, Verdes del Parque, familia, amigos y compañeros de aventura!!!
Y para terminar una despedida a lo americano: Esto no es Hollywood pero seguir soñando!
Comentarios
Carol (Sin registrar)
Vie, 20/11/2015 - 09:11
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GRACIAS
Ruben Sanz
Vie, 20/11/2015 - 12:50
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Enhorabuena
Antonio
Vie, 20/11/2015 - 19:08
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Gracias a tí