
Tras haber realizado su primer Maratón Alpino Madrileño (MAM) en la edición del 2015, Curro Revilla volvió a repetir en esta prestigiosa carrera de montaña en la Sierra de Guadarrama, con salida y llegada en la localidad de Cercedilla.
Se trata de una maratón de montaña de 46 kilómetros aproximadamente y con un desnivel acumulado de 5.300 metros, de los cuales practicamente el 50% del recorrido se realiza por encima de los 2.000 de altitud.
En su XXI edición se produgeron casi 100 abandonos, debidos a las altas temperaturas que se están produciendo durante estos días en la capital, aunque gracias a una buena organización (Club Tierra Tragame) y la gran labor de los muchos voluntarios, se llevó a cabo sin ningún incidente grave.
Desde hace unos días me iba haciendo a la idea de volver a correr otra carrera después de la última, hacía un mes en el Ultra Trail de Picos de Europa (Benia de Onís, Asturias), aunque en esta ocasión tocaba correr en casa y con una previsión meteorológica más calurosa de lo habitual.
Un día antes de una carrera no soy de los que deja todo colocado como si de un expositor comercial se tratase, sino que lo pienso por encima y saco practicamente lo necesario el mismo día de la carrera al levantarme, y claro, en esta ocasión me pilló el toro. Me acosté pensando que no habría material obligatorio para disputar la carrera, exceptuando un recipiente para poder beber el liquido en los avituallamientos, que más tarde desearía tanto a lo largo de la carrera, y sólo me centré antes de dormir, en disfrutar durante todo el recorrido y que alguna nube apareciera en las montañas, ya que pronosticaban temperaturas de 30º en la sierra madrileña.
Al día siguiente al despertarme, sentí que no me estaba levantando a la hora prevista, con lo que volví a mirar el reloj y efectivamente quedaba algo más de una hora para que se diera la salida del maratón que se celebraba a unos 70 kilómetros de donde yo estaba. No me quedaba más remedio de coger lo necesario, desayunar por el camino y salir volando. Aún así, logré llegar justo a tiempo para el checking y encontrarme con los dos amigos con los que había corrido por primera vez hacía dos años esta misma carrera. Nos dio tiempo a saludarnos y comentar entre bromas que deberiamos bajar el tiempo del 2015.
A las 8:30h de la mañana puntualmente, se dio la salida y comenzamos a subir a buen ritmo los bosques que separan la localidad de Cercedilla con el Puerto de Navacerrada, recorrido que horas más tardes volveriamos a repetir pero de bajada. Al llegar a dicho puerto, realizamos la primera de las paradas, en el que el cuerpo solo pedía algo de fruta y rellenar el bidón con algo de isotónico.
Después comenzamos a subir hacia la Bola del Mundo, donde comenzaría la primera de las bajadas por la Loma del Noruego hasta el Puerto de Cotos. Poco antes de comenzar la primera de las bajadas, comencé a darme cuenta de que el cuerpo empezaba a pedir líquido más rápido de lo habitual, y fue cuando me quedé por detrás de mi amigo Miguel. Sabía que aún quedaban dos grandes subidas y que el calor sólo había comenzado, con lo que me centré en ir bebiendo continuamente de avituallamiento en avituallamiento e ir con la cabeza puesta en acabar la carrera lo mejor posible.
Al llegar al Puerto de Cotos, vi demasiada gente y decidí comenzar a subir hasta el Pico de Peñalara (2.428 metros), zona más alta de la carrera y de la Comunidad de Madrid, ya que aún me quedaba algo de agua. La subida se me hizo interminable, ya que en la edición del 2015 se subía por otra zona más boscosa y con más sombra, hasta que me econtré poco antes de la cima con una avituallamiento líquido que me daría la vida, reponiendo fuerzas para llegar hasta arriba y volver a coger en la bajada a Miguel, que me había dejado atrás hacía casi 10 kilómetros.
Continuamos bajando y hablando de la tan temida subida que nos esperaba un poco más adelante por el Tubo de Cabezas, y fuimos reponiendo fuerzas en los tan ansiados avituallamientos y refrescándonos en los arroyos que cruzabamos. Al comenzar a subir hacía Cabeza de Hierro (2.381 metros), segunda zona más elevada de la carrera, sentí que me quedaba por delante de mi compañero con un grupo de corredores con los que hice todo el ascenso, mirando hacia atrás a mitad de la subida y viendo que no nos seguía, por lo que decidí continuar en solitario y donde comenzaba a pasar más calor aún, ya que eran las horas centrales del día y apenas corría brisa alguna en la zona de Cuerda Larga.
Al llegar de nuevo a la Bola del Mundo, comenzaba la última bajada por la misma zona que anteriormente habíamos subido, llevándome en volandas hasta la tan ansiada meta, y tras haber pasado por el increible ambiente que se vivía al paso por el Puerto de Navacerrada, donde pude refrescarme con la inestimable ayuda que en todo momento nos brindaron l@s much@s voluntari@s, y que hicieron una labor increible, ya que si no hubiera sido por ell@s más de un@ habríamos abandonado.
Otro año más volvía a ser un superviviente
Muchas gracias a la organización y a tod@s l@s voluntari@s que hicieron posible otra edición más de esta longeva maratón.
¡Nos vemos en las montañas!
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